miércoles, 28 de septiembre de 2011

Vejez


Lejana, ajena. Me cuesta creer que un día me veré abandonado en mi falta de recuerdos. La mayoría de las personas serán esclavas de su pasado.
Una buena vida acabará por ser una cadena, una pesada cadena adiestrada y unida por mi propia mente, sus propios recuerdos. A mi favor me imagino carenciado de los mismos, sentado, solitario o pensativo, sin ningún acontecimiento que haya quedado impregnado en mí. No porque no lo quisiera sino por mi propio estilo de vida. Soy consciente de que a toda acción le corresponde su consecuencia, así veo mi vejez, como una consecuencia de mi juventud.
Es raro sentir lejana una cercanía tan efímera. Sin embargo, sin esperarla, junto a unos mates vespertinos puedo imaginarla.
Me veo allí con la mirada perdida, visualizando un norte, caminando lentamente hacia el fin de mi peregrinación, tal vez a pasos cortos y desganados o efusivos y satisfechos por el camino construido.
Sea con el paso que el tiempo disponga, es inevitable no sentirla como la prueba final, el más duro período que mi cuerpo tenga que sufrir antes de un posible “purgatorio”.
En fin, en caso de que la vida decidiera verme cubierto de arrugas, espero hallarme a la altura de las circunstancias. Agradeceré y despediré a mi única compañera incondicional con un gesto de calma y gratitud por sus oportunidades. Estaré iluminado o tal vez saboreando una amarga lenta y dolorosa despedida de lo único conocido.
Son muchas las posibilidades, hoy nada de eso es importante, o mejor, haré que no lo sea.
Mi vejez la veo como un cercano misterio.
Carlos Abbatista. 3º 2º

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinaron: