martes, 19 de julio de 2011

Era de noche y estaba solo. Vi una sombra en la ventana: no era mi gato. Y estaba entrando…

Un escalofrío corría por mi espalda y mi cabeza estaba entre pensar qué hacer y pensar qué era esa sombra. Opté por correr y al querer salir de mi casa, en la desesperación no encontraba las llaves. Escuché unos pasos pero no me animé a ver.

Me escondí. No sabía si gritar para pedir ayuda o callar para que la sombra no supiera dónde estaba. Opté por callar.

Después de un rato, un silencio era todo lo que se escuchaba. Salí de mi escondite temblando de miedo y fui a la cocina; si bien no estaba lejos, ese trayecto me pareció kilométrico. Por fin llegué, del cajón agarré el cuchillo más grande que vi., la hoja estaba oxidada y algo carcomida, el mango que era de hierro estaba frío como el hielo. Era pesado, pensé en agarrar uno más chico, pero en un hipotético enfrentamiento su gran hoja sería más útil. Opté por mantener el cuchillo elegido.

Al salir de la cocina vi la sombra de espaldas a mi, era algo chiquita, nunca la había visto, un escalofrío corría por mi espalda. Pero tengo alma fuerte.

Cuando distinguí lo que podía ser su cuello lancé, como un gurca, un artero cuchillazo que le atravesó de lado a lado el cogote.

Me quede un rato esperando su reacción, después de un tiempo, ya más tranquilo prendí la luz.

De a poco vi su cuerpo tirado en el piso sobre un gran charco de su propia sangre. Había resortes incrustados en sus pies, tenía un traje varios talles más grandes de lo que era su cuerpo. Su cabello de dos colores, un amarillo sobre su oscuro original. De una especie de transmisor salían sonidos inentendibles que me parecieron repugnantes y de un pisotón lo rompí.

Me quedé esperando que venga a mi mente una solución sobre qué hacer con el cuerpo.

Lo enterré en un lugar lejano, no muy profundo para que alguien lo encuentre y busque qué hacer.

Aunque nunca lo vi, nunca quise saber que fue. Solo supe que era de una raza en la que todos son iguales.

Santiago Ramírez (4º 2º - 2011)

Mujer

Mujer

Tú eres hermosa

Y aunque yo sea poca cosa

Te declaro mi amor;

Tal vez no soy

El príncipe de tus sueños

Pero por el lacio de tus cabellos

Viaja mi imaginación

Y por buscar tu corazón

Vivo una tonta ilusión,

Más que ilusión, sos una quimera

Que a mi cabeza y corazón quema

Con el fuego de tus caderas.

Y tus manos, manos de escultora

Que en mis sueños ahora

Agarro al caminar.

Y tu boca, objeto de deseo,

Por ella cualquier guerrero

Ha de morir sin pensar

¿Cuánto falta para que mis labios

Puedan los tuyos besar?


Santiago Ramírez (4º 2º - 2011)